23 de enero de 2011

Sentido: Este post no lo tiene

"Hay una calle que lleva tu nombre en la ciudad del viento,
después de aquel invierno me harté de esperarte y se cayó el letrero."
Quique González (La ciudad del viento)


Correr y pensar sin pensar a la vez que corres por un sitio despejado y tieso, lleno de pociones y dragones y vísperas de tragedias; los sueños son como una letra de vidrio de Van Der Rohe, ingrávidos, derrotados y ciegos, mientras que la pulsera que sujeta la carta color grana se convierte en un cable hacia el futuro, en un oído atento hacia el presente más pasado. Y los grillos de la cola del metro no paran de chirriar al unísono mientras me voy a tierra de nadie, tierra de todos, mis gafas son del mismo color que los carteles que iluminan la cabecera de tu colchón y mientras pienso esto en un post-it verde y amarillo y rosa y fuxia me voy acercando a la mesa de madera de roble aderezado con vino blanco, de ese que no emborracha pero adormece y espabila a mis zapatillas a correr y a mis labios a enzarzarse en una conversación en la misma lengua de los muertos, de las aves, de los cañones y de los huesos de Bob Dylan, que sigue sonando y suena y habla y canta y ¡hey, Mr, Tambourine! deja de cantar para mí y vuelve su cabeza hacia alguien más improbable, más inhóspito, más derrotado y pusilánimemente heroico, alguien más digno de su gratitud y dependencia febril. Me escabullo de tu lado y me acurruco entre tus alas rotas, que no dejan de decirme con sus amagos de caricias que no quieren libertad; lo único que quieren son unas plumas del material del que están hechos los álbumes de fotos que reflejan la más profunda soledad insospechada. Los vacíos.

3 comentarios:

  1. Grillos, metros, alas, Dylan. Me suena. Y creo que me gusta cómo suena.

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  2. Me gusta lo escrito por Alba y me gusta lo escrito por Quique González, no sabría elegir uno de los dos.

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