9 de enero de 2011

Quédate en Madrid

"Seremos otros, seremos más viejos,
y cuando por fin me observe en tu espejo,
espero al menos que me reconozca,
me recuerde al que soy ahora
."
Vértigo- Ismael Serrano




Al fin, el autobús se detiene en la dársena 27 de la estación de Méndez Álvaro. Me apresuro a recoger todos mis bártulos de mano y me abalanzo sobre la puerta levadiza, como si se hubiera apoderado de mí un miedo irracional a que ésta se pudiera cerrar y el bus partiera de nuevo rumbo a cualquier otro sitio alejándome del mío. Porque si algo he descubierto en estos últimos meses es que ese lugar natural del que hablaba Aristóteles no existe únicamente para las piedras o las gotas de agua, y que el mío... el mío se llama Madrid.

Madrid, esa misma ciudad que al bajar del autobús se extiende ante mis ojos en forma de estación, probablemente la mejor metáfora que se puede hacer de ella. Madrid con sus prisas, sus relojes y sus maletas, Madrid con su exceso de velocidad y su falta de cordura. Madrid, estación de estaciones, vuelve a darme la bienvenida.

Y me recibe a golpe de lluvia, de frío y de viento; pero también de luz. A golpe de ruido, pero también de música. Y de silencio. Y es que si algo caracteriza Madrid son los contrastes. Calma y tempestad. Locura y sosiego. Malasaña y la Gran Vía. Y sin embargo, a pesar de lo mucho que se diferencian sus polos, a veces el resultado de esta diversidad exagerada y generalmente bipartita es precisamente el opuesto: Nunca -nunca antes de pisar Madrid- las palabras recordar y anhelar habían tenido un significado tan similar.

Recordar y anhelar, recordar y anhelar. Recordar un concierto, un lugar, el Dosde, recordar prisas, y luces, y chinos, y besos a traición y vueltas, y vueltas y vueltas y vueltas. Anhelar lo que sucedió ayer. Anhelar lo que sucedió hace un mes y te pilló mojándote bajo su lluvia. Anhelar lo que sucedió hace treinta años y lo que está sucediendo en este instante, en cualquier otra parte de la ciudad. Y lo que vendrá. Y lo que no.

Y por todo esto camino por la estación llevando a duras penas mis maletas y comienzo a mimetizarme con mi ciudad, con mi camino, con mi destino y con mi meta. Con el amor de mi vida, que se llama Madrid.

Queda menos para todo.

1 comentario:

  1. "Anhelar lo que sucedió hace treinta años y lo que está sucediendo en este instante, en cualquier otra parte de la ciudad. Y lo que vendrá. Y lo que no".

    Ay Alba, ME ENCANTA :3

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