10 de febrero de 2011

Corrimos por Madrid.

Como quien sabe que cuenta con la tarde entera
sin nada más que hacer que acariciar aceras.
Jorge Drexler - La trama y el desenlace.


Me gusta el tiempo de no hacer nada. El tiempo de hacer cosas te absorbe, te crea un estado de ansiedad que acaba imposibilitando cualquier mínima acción. El saberte en la tesitura de "tener que" hacer algo, lo que sea, ya, suele llevarte a la negación absoluta, a vagar, remolonear, enclaustrarte en ti mismo, huir de las obligaciones, sentirse mal.

Me gusta el tiempo de no hacer nada. Me gusta, sí, esa sensación de que el pecho se abre y puedes respirar mejor. Pasear sin más o charlar durante horas. Terminar de comer y tenderte al sol, acostarte tarde si quieres (y si no, temprano), leer mucho, soñar bonito. La cabeza se llena de proyectos, de cosas que no hiciste en el tiempo de sí hacer y que ahora, por fin, encuentran su momento.

Casi todas las grandes cosas se lograron en el tiempo de no hacer nada. ¿Quién, en el tiempo de hacer cosas, se va a preocupar por tener una idea brillante? Lo importante es hacer, ejecutar más que pensar, uno, otro, más. No hay voluntad propia, libre elección, imaginación; no hay vida. Pero cuando llega el tiempo de no hacer nada, cuando te dicen ese "ahora estás tú y nada más", entonces no se hace sino que se crea.

Llamadme idiota, pero muchas cosas mejorarían si el tiempo de hacer se redujera considerablemente. La gente tendría tiempo para correr, amar, reír; para vivir.

1 comentario: