21 de febrero de 2011

Hogar.

"La Residencia se proponía complementar la enseñanza universitaria mediante la creación de un ambiente intelectual y de convivencia adecuado para los estudiantes. Características distintivas de la Residencia fueron propiciar un diálogo permanente entre ciencias y artes y actuar como centro de recepción de las vanguardias internacionales. Ello hizo de la Residencia un foco de difusión de la modernidad en España, y de entre los residentes surgieron muchas de las figuras más destacadas de la cultura española del siglo XX, como el poeta Federico García Lorca, el pintor Salvador Dalí, el cineasta Luis Buñuel y el científico Severo Ochoa. A ella acudían como visitantes asiduos o como residentes durante sus estancias en Madrid Miguel de Unamuno, Alfonso Reyes, Manuel de Falla, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Blas Cabrera, Eugenio d'Ors o Rafael Alberti, entre muchos otros."



Yo conocí la Residencia de Estudiantes gracias a Miguel Hernández; es una más de las muchas cosas que le debo, junto con el hecho de enseñarme a apreciar la poesía. En su día llegué a preguntarme por el tipo de casualidades que habían hecho coincidir en un mismo lugar y en una misma época a tantísimas personas maravillosas. Me parecía casi una broma de eso que algunos llaman destino, una coincidencia que no se había dado nunca y que jamás volvería a producirse, porque simplemente era imposible. Para mí, era como si una mano invisible hubiera surcado España desde lo alto agarrando por la nuca a todas aquellas mentes brillantes, a todos aquellos espíritus inquietos, y reuniéndolos después en un mismo edificio que era mucho más que eso.

Creo, sin embargo, que ahora empiezo a comprenderlo. No tengo ni idea de qué habría sido de Lorca o de Dalí si no hubieran vivido en la Residencia, si no hubieran entrado en contacto con tantos otros mundos interiores, si no hubieran absorbido cultura e inquietudes por todos los poros de su cuerpo. Pero me arriesgo a afirmar, aún a sabiendas de poder equivocarme, que estoy convencida de que no habrían sido el Lorca ni el Dalí que conocemos hoy en día.

Ellos hicieron a la Residencia y la Residencia los hizo a ellos. Dice Durkheim que hay ciertas cosas que están en cada uno de nosotros y que por ello pasan a estar en el todo; una vez en el todo, se hace inevitable que permanezcan y se potencien en cada uno de nosotros. Y digo yo, bueno, quizá sea eso. El caso es que ayer, bajando por la Cuesta de Moyano cargada de libros de segunda mano, me sentí un poquito así. Y me acordé de un amigo que cuando visitó por primera vez esta enorme casa en la que estoy viviendo, me preguntó si podía, quizá, compararse con aquella Residencia de Estudiantes.

Ellos hicieron a la Residencia y la Residencia los hizo a ellos. Sin dobles tintas. No existió (no existe) ninguna mano invisible seleccionadora, sino tan solo un único requisito: tener algo que aportar. Como esos caldos en los que cada ingrediente da más sabor al resto.

¿Sabéis? A mi amigo le respondí que sí.



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